jueves, 3 de febrero de 2005

Sexo express

Al toque

por Daniel Link
En la década del setenta, cuando yo era un joven inquieto, no existía el "sexo express" como tal. Había prácticas al paso, desempeños apurados, fuera de control y más o menos clandestinos (lo que se llama "sexo express") pero a nadie se le habría ocurrido que eso constituyera una categoría de lo posible. Esa práctica sexual era un síntoma de la imposibilidad (no sé si sigue siendo igual: sé que hay mucha gente que elige y reclama "sexo express" de manera excluyente).
Y sin embargo, mis experiencias de "sexo express" me permitieron un aprendizaje sin el cual dudo que mi vida afectiva actual pudiera sostenerse. Como casi todo el mundo alguna vez, yo salía con una compañera de curso. Algunos días, después del colegio (creo que salíamos de nuestras respectivas clases de gimnasia, que funcionaban en contraturno, y en invierno ya caía la noche), la acompañaba hasta su casa, donde su madre (un ama de casa ejemplar) estaba ya entregada a sus obligaciones culinarias nocturnas.

El recorrido me desviaba completamente del mío y me obligaba a tomar dos colectivos en lugar de uno, pero los dos pensábamos, entonces, que la peripecia se justificaba por los placeres carnales que podíamos arrancarle al crepúsculo.

Y a veces así era. Encerrados en su cuarto de la planta alta, mientras su madre cocinaba, ella y yo nos entregábamos a maniobras para los cuales nos habían sino estimulado al menos preparado las calistenias previas. Todo era a medio desvestir, como corresponde, y en un silencio enfático, disimulado con algún disco de los Bee Gees -juro que a mí no me gustaban (yo era más del palo de Yes), pero a ella sí. A veces, recuerdo ahora, nos demorábamos para algún goce exclusivamente mío en el garage al que no tardaría en llegar su padre (un hombre de bigotes que no me quería bien).

En su cuarto pretendíamos mucho más que en el garage, aún cuando las circunstancias no nos fueran más favorables. Llegábamos, debo decir con justicia, tan lejos como se podía y era fácil la adecuación de nuestros cuerpos. Sólo un problema llegó a presentársenos (nunca fuimos descubiertos) y fue que, educado yo en ciertos saberes progresistas según los cuales el orgasmo de la mujer es responsabilidad del hombre, y queriendo demostrar mi hombría a toda costa, se me dificultaba la expresión de mi goce, mi último temblor.

Es verdad que ella me regalaba cada tanto un garage, pero eso me obligaba todavía más, a mí, en su dormitorio, a estar muy pendiente de su dicha. Y su dicha, ay, corría como un mar embravecido, arrastraba montañas a su paso, tronaba como el éxtasis de un monstruo de mil cabezas y la convertía en una Santa Teresa apenas perlada de rubor. La suya, pero no la mía. La mía apenas se aproximaba a un umbral de reconocimiento. ¡Y el tiempo apremiaba! ¡Y los olores de la cocina eran cada vez menos crudos! ¡Y ella quería todo!

Entonces aprendí, ay, un mecanismo de adaptación. Resguardado como estaba por un dispositivo de contracepción que (no sé por qué) sigue despertando las iras de la Iglesia, podía perfectamente temblar como si fuera la última vez, ahogar un grito, apretar un hombro, expresar con todos los trucos a mi alcance el derramamiento de mi material genético (látex que luego, primorosamente anudado, iba a parar a mi bolsillo). Pensando que era por el bien de nuestra relación, que las circunstancias no eran las propicias, que tal vez no habría debido ser, el día anterior, tan amoroso con mi propio cuerpo, aprendí algo sobre lo cual las revistas femeninas y los programas de televisión de aquella época todavía no hablaban: aprendí a fingir un orgasmo. Como garantía de la felicidad del Otro, pensaba entonces. Hoy, ya no estoy tan seguro.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

lee mi blog :

blogeable.blogspot.com

Anónimo dijo...

FORRRRRRRRRRRROOOOOOOOOOOOOOOO
HACETE CULIAR A MAQUINAAAAAAAAAAAAAAA

Atún Dormido dijo...

OYE MI HERMANO, DEJALA CORRER
QUE CON LA MANO, TU NO PUEDES COJER.
PERO EL ORGASMO QUE HAS DE SIMULAR, LA PAJA BRAVA PRIMERA TE HA DE LIMITAR
POR LO TANTO, ESTA ES UNA CUESTION MUY MAGRA, LA PROXIMA VEZ QUE LA PONGAS, PENSA EN TOMARTE PRIMERO UN VIAGRA

PAJEROOOOO!!!!

Verbobravio dijo...

Uauuu, vaya relato.
Digo, no es que sea asombroso, es notable el genero del narrador, porque ?entre nosotros? los orgasmos fingidos eran pura competencia femenina.

Igual, creo que vos te referis a eso que se ha dado en llamar ?eyaculación placentera? que es algo menos que el orgasmo propiamente dicho.

Bueno esto se ha puesto muy solemne.

Yo quería que quede claro que YA NO SE PUEDE CONFIAR EN NADIE, ni siquiera en el partenaire horizontal, por Tutatis, que mundo!!!!!!

Besos

Gab

PD: sirve que deje mi blog aca? bueh, lo hago total es gratis
www.verbobravio.blogspot.com

Verbobravio dijo...

sigo viaje

Andrés Aloy dijo...

jaja. Las anécdotas sobre sexo algunas veces son muy divertidas.Esta lo es. La memoria sexual que todos tenemos.

sAludos, me divertía en tus teóricos en la cátedra Entel en comunicación, allá por el '03